Author: Francisco Rodríguez |
Por Francisco Rodríguez | Semanario
marzo 18, 2022 | 5:05 pm
Este reportaje forma parte del Hub de Investigación de la Frontera Norte, un proyecto del International Center for Journalists en alianza con el Border Center for Journalists and Bloggers
Hoy es viernes 14 de enero, en las calles del centro de Torreón comienza a escucharse el bullicio del fin de semana, pero en la casa de Raquel Martínez López todo es silencio. Ahí solo hay una duda en el aire: saber cuándo regresará su hermano, un hombre esquizofrénico desde hace 46 años. Raquel desconoce si su hermano dormirá por alguna calle del centro de Torreón como la semana anterior; si agarrará monte o si se irá con unos muchachos que cortan el cabello a hacerles mandados; si se meterá a la cantina “3,2”; si vagabundeará hasta llegar a San Antonio de los Bravos, a donde le gusta ir para visitar a una tía; si dormirá a las afueras de la casa de su amigo Pepe Mota, en una acera fría, en una banca de cemento o una vieja silla o si llegará golpeado. Y como Raquel no sabe cuándo volverá su hermano esquizofrénico, dejará abierta su casa. Así lo ha hecho al menos en la última década, desde que su madre murió y no hubo quien cuidara a Magdaleno, su hermano mayor de 68 años.
Magdaleno, “Leno” como lo conocen, padece esquizofrenia paranoide. Su enfermedad no es común, pero tampoco exclusiva, desde 2017, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) han registrado más de 10 mil 500 consultas por el mismo padecimiento de “Leno”, así como de otros tipos de trastornos esquizotípicos o delirantes, según un reporte entregado vía transparencia.
Pero Leno, los enfermos de esquizofrenia y el ejército de personas con algún tipo de enfermedad mental que han saturados los consultorios del IMSS, ISSSTE y del sector salud estatal -tan solo en 2021 se contabilizaron un promedio diario en Coahuila de 215 consultas por algún tipo de trastorno entre los tres institutos- se enfrentan al desinterés de las autoridades, a un bajo presupuesto para la salud mental, la falta de infraestructura y la carencia de medicamentos.
En 2021 se presupuestaron 10 millones de pesos para el área de psicología y psiquiatría del IMSS Coahuila y 2.3 millones para el ISSSTE, esto representa una disminución, en promedio, del 33% del presupuesto que les dieron en 2020, según información que entregaron por transparencia.
Semanario buscó a las autoridades del IMSS en Coahuila para tener su versión sobre los recortes en el área, pero nunca respondieron a la petición.
Pero no solo es la reducción de los recursos, ni el gobierno federal ni el estatal han invertido en nueva infraestructura. En Coahuila únicamente existen dos hospitales para internamiento psiquiátricos del sector público: el Centro Estatal de Salud Mental (Cesame) y el Hospital Psiquiátrico de Parras. Este último no cuenta con las condiciones necesarias, según afirman especialistas entrevistados. A pesar de esto, los centros estatales terminan atendiendo a pacientes del IMSS e ISSSTE porque estos no cuentan ni con equipo ni con capacidad para hospitalizarlos. Y aunque se supone no hay dinero, terminan gastando más en servicios de subrogación. Por ejemplo, si el ISSSTE necesita hospitalizar a un paciente, tiene que buscar espacio en el Cesame o el psiquiátrico de Parras. Allí, según el convenio que firmó el gobierno estatal y el ISSSTE, donde viene un tabulador de los costos de los servicios, se cobra por paciente 1,009 pesos por día de hospitalización.
De 2017 a 2021, el ISSSTE reportó 361 egresos hospitalarios, es decir, un gasto aproximado de 364 mil 249 pesos, esto suponiendo que únicamente se trató, en todos los casos, de un día de hospitalización. Sin embargo, el subdirector médico del Cesame, Jesús David Salazar, asegura que el promedio de días que los pacientes quedan hospitalizados es entre 21 y 30 días, es decir, un gasto que pudo haber ido desde los 7.6 millones hasta los 10.9 millones tan solo en internamiento. En los mismos cinco años, el ISSSTE recibió 10.5 millones de pesos para el área de psicología y psiquiatría del estado, de acuerdo con información de transparencia.
Así, ante la falta de infraestructura y de equipamiento, el ISSSTE o el IMSS tienen que costear el servicio en otra institución.
La falta de un centro de internamiento se traduce en datos preocupantes. En el estado únicamente existen 70 camas disponibles en el psiquiátrico de Parras y 48 camas para adultos y 10 de paido psiquiatría en el Cesame de Saltillo, es decir, 4 camas psiquiátricas por cada 100 mil habitantes, a pesar de que la media mundial es de 11 camas, según el Atlas de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2020, e incluso hay países europeos que reportaron hasta 25 camas por cada 100 mil habitantes.
A todos estos factores se le tiene que sumar la población que no cuenta con seguridad social y que tiene que buscar centros privados, los cuales tampoco cuentan con las condiciones requeridas.
Leno, por ejemplo, ha sido hospitalizado por lo menos 10 veces en los 46 años de vivir con esquizofrenia. Ninguna ocasión en el sector público. “Mi mamá lo internaba por temporadas. Se lo daban más tranquilo, más tratado. Solo lo estabilizan, cuando era demasiado agresivo era cuando lo internaban”, recuerda Raquel.
Especialistas han sido claros sobre la situación, la falta de atención de los problemas de salud mental en el estado puede derivar en un alza de suicidios, más agresiones, mayor ausentismo laboral, en un porcentaje alto de la población con problemas de depresión y una saturación que ningún hospital tendrá la capacidad de responder. Las autoridades no son ajenas a esta situación, pero aseguran que están atadas de manos.
Existe una necesidad primordial de tener un centro para atender a los pacientes en las primeras horas, pero no hay infraestructura para atenderlos a todos, asegura la directora del Hospital General del ISSSTE en Torreón, Margarita Martínez Moreno.
“Es fundamental. Si mentalmente no estamos bien, no vamos a tener un desarrollo social”, admite Martínez Moreno.
Magdaleno lleva más de cuatro décadas viviendo, por momentos, en otra realidad, por ahora está controlado, pero a veces cree que es Alberto Vázquez, el cantante mexicano. De hecho, su peinado simula al del exponente de la generación dorada del rock and roll mexicano.
Su hermana Raquel cuenta que a veces canta en las cantinas. Leno dice que está bien, no mantiene conversación. Para tratar de sacarle plática, Raquel le pide que cante y Leno entona:
Yo me enamoré, anoche fue, cuando de ti me enamoré, anoche yo me enamoré.
Después, Leno se queda sentado en una silla a un lado del refrigerador de la casa. Cierra los ojos y mueve la quijada, su boca no tiene dientes. Mira para un lado y para el otro. Tiene el cabello plateado, tan abultado que casi le cubre las orejas. En sus manos lleva un recipiente, se levanta y dice: “Voy por frijoles”. Y sale de la casa.
Raquel no sabe cuándo volverá su hermano.
Raquel Martínez recuerda poco de la vida de “Leno” antes de la esquizofrenia. En su mente solo está su imagen vagabundeando con un saco largo y perseguido por perros.
Recuerda, sí, que su hermano estudió diseño gráfico y tenía novia. Era correcto y limpio y hasta conducía. Pero a los 22 años golpeó a su mamá. Fue el primer acto de agresividad que estaba acompañado por voces que escuchaba en su mente. A partir de entonces comenzó a quebrar vidrios, lanzar piedras y romper parabrisas. Después se encerraba en el cuarto por horas y se deprimía. Incluso tenía temporadas de no bañarse. La irascibilidad crecía con los días.
Juanita, madre soltera de cinco hijos entonces, fue con un médico general que le sugirió llevarlo con un psiquiatra por sus arrebatos y cambios de temperamento. Poco tiempo después le diagnosticaron esquizofrenia paranoide.
La madre, dueña de una tiendita de abarrotes, lo internó en un centro de salud mental privado en Gómez Palacio, Durango, ciudad conurbada de Torreón. De esa primera vez ya pasaron 46 años. Actualmente ese centro ya desapareció y ahora únicamente existen dos lugares para hospitalizar a pacientes psiquiátricos en La Laguna, una región de más de un millón de habitantes: Centro Vida Salud Mental y la Casa de la Madre Lola. Ambos viven a partir de patronatos.
La región carece de algún centro de salud mental público. Lo mismo ocurre en la zona Centro, Carbonífera o Norte de Coahuila. El más cercano a Torreón es el Cesame en Saltillo, a 255 kilómetros; el Hospital Psiquiátrico de Parras a 160 kilómetros, o el Hospital de Salud Mental en Durango a 250 kilómetros. Llegar a estos centros, partiendo del centro de Torreón, representa un trayecto de hasta más de dos horas en automóvil. Y eso es un problema, aseguran psiquiatras como Fernando Sánchez Nájera, coordinador interino del Centro Integral de Salud Mental (Cisame) en Torreón.
“No se cumplen las normas ni las recomendaciones de la OMS, no hay equipo de salud para atender”, critica Sánchez Nájera. El psiquiatra Fernando Villa, que atiende los centros Vida y la Madre Lola en Torreón, señala que ellos mismos han sido testigos de cómo a los gobiernos no les interesa el desarrollo de la protección de las personas, únicamente ven por aumentar las ganancias de empresas.
El que existan centros como “Vida Salud Mental” es bueno y malo. Bueno porque en una urgencia allí se internan, pero malo porque las autoridades se escudan de sus responsabilidades y se justifican para no construir uno, “¿Para qué quieren otro?”, asegura Sánchez Nájera que es la respuesta que han obtenido de los gobiernos.
Sin embargo, estos lugares tampoco cumplen con criterios como los de espacio. La norma marca que debe haber 40 metros cuadrados por interno y el lugar llega a tener hasta 60 usuarios en una superficie de 400 metros cuadrados, es decir 50 más. Actualmente el Centro Vida tiene más de 50 pacientes y la Casa de la Madre Lola 45, detalla el psiquiatra Fernando Villa.
Mientras que el Hospital Psiquiátrico de Parras, que sí es del gobierno, tampoco es considerado por los especialistas, pues aseguran que no cumple con los requerimientos y que es más para pacientes crónicos que agudos. Además de que aún no se explican por qué el gobierno decidió ponerlo en una zona con tan poca población.
“¿Por qué no lo pusieron en La Laguna? Hay recomendaciones de la OMS que un hospital debe estar en lugares con una población de al menos 100 mil habitantes, para qué un hospital en un lugar con una población de 25 mil habitantes”, critica Sánchez Nájera.
A pesar de que la OMS marca que cada hospital general debe tener un área de atención a la salud mental, en Coahuila esto no existe. “En países más desarrollados no hay hospitales psiquiátricos, aquí sí. Hemos tenido la necesidad de seguir recurriendo a hospitales de salud mental que son de tercer nivel, o sea son como los hospitales dedicados nada más a pediatría o cancerología, pero no reciben el mismo apoyo económico que todos los hospitales de tercer nivel”, explica Helena Villareal, la única psiquiatra del ISSSTE en La Laguna.
Eliminar esta práctica se ve como un panorama muy lejano en la región. Aunque existe el registro, de octubre de 2019 a noviembre de 2020, de 16 iniciativas presentadas por diputados de todos los grupos parlamentarios para legislar en torno a la salud mental y 14 por parte del Senado, apenas en diciembre de 2021 se discutieron propuestas de modificación a distintos artículos de la Ley General de Salud, entre ellas, eliminar el modelo psiquiátrico asilar, no construir más hospitales monoespecializados en psiquiatría y que los actuales se conviertan en centros ambulatorios o en hospitales generales.
A pesar de todas estas iniciativas no ha habido cambios. La propuesta quedó solo en el papel porque este artículo no aparece aprobado, según la Gaceta del Senado. La idea está en la mira, pero la ejecución no se ve claro que pueda ocurrir, así lo respalda el psiquiatra Fernando Sánchez:
“Díganme en el IMSS, ISSSTE, dónde está el equipo de salud mental que va a atender a esos pacientes que eventualmente se van a hospitalizar. Los médicos están saturados, a qué hora van a estar pendientes de los hospitalizados”.
En el Congreso también es visible el tema del presupuesto destinado a salud mental, Miroslava Sánchez, ex presidenta de la Comisión de Salud en la pasada legislatura federal, coincide en que este es muy poco, pero el objetivo final no debería ser más dinero, sino que se le den más presupuesto al primer nivel de atención y de ahí salgan los recursos, materiales y especialistas, para atender a esta población. “En lugar de dárselo al tercer nivel de atención, la idea es ir moviendo la salud mental al primer nivel de atención”, aseguró la ex legisladora, aunque también reconoció que la reconversión de hospitales está lejos de darse.
Y mientras se discuten cambios a una Ley General de Salud que actualmente establece como “prioritario” la prevención y atención de los trastornos mentales y del comportamiento, la realidad es que Coahuila no tiene la capacidad para darle atención a sus enfermos mentales y sus datos lo corroboran: el IMSS solo tiene una cama de psiquiatría en los 13 hospitales o unidades clínicas del estado, según respondieron en una solicitud de transparencia; mientras que el ISSSTE no tiene camas disponibles para hospitalizar a pacientes psiquiátricos.
Y a pesar de que de 2016 a 2021 el IMSS reportó 961 egresos hospitalarios por condición psiquiátrica y el ISSSTE 418, según datos entregados vía transparencia, como no hay camas, simplemente el servicio se subroga con el Cesame o el psiquiátrico de Parras. Esto se traduce en que el 20% de los pacientes que internan en estos dos centros, en realidad los tendría que atender el sector salud federal, confirma el subdirector del Cesame, Jesús David Salazar González.
Entre 2019 y 2020 el Instituto de Servicios de Salud Rehabilitación Educación Especial e Integral del Estado cobró más de 57.2 millones de pesos por servicios de subrogación. En contraste, en los últimos tres años se presupuestaron 69.9 millones de pesos para la operación del Cesame y del psiquiátrico de Parras, según las cuentas públicas.
La directora del hospital del ISSSTE en Torreón, Margarita Martínez Moreno, reconoce que no se tiene capacidad y por eso piden un presupuesto para subrogación de servicios, principalmente de hospitalización. Y no solo eso, en los últimos años ese presupuesto para subrogaciones se ha incrementado, aunque no detalló en cuánto.
Esta falta de espacios, tanto en el IMSS como en el ISSSTE, incumple por completo las recomendaciones de la OMS sobre la necesidad de destinar un 10% de las camas de hospital general a problemas de salud mental.
Las estancias hospitalarias en el IMSS e ISSSTE no son más que pasillos largos en donde hay más de un paciente y únicamente los divide una cortina. “Hay pacientes psiquiátricos por agresividad, por inseguridad, miedo. Estructuralmente no se puede”, admite la directora del ISSSTE en Torreón, Margarita Martínez.
Y si hubiera infraestructura, no habría especialistas suficientes, porque los pocos que hay están rebasados y saturados: en Coahuila existen 0.9 psiquiatras y 1.9 psicólogos en el sector público por cada 100 mil habitantes, debajo del promedio en el continente americano que es de 1.9 psiquiatras y 4.6 psicólogos, según el Atlas de Salud Mental de la OMS.
El IMSS tiene 17 psicólogos de base y 12 psiquiatras, mientras que en el ISSSTE son siete y tres, respectivamente, y en ambos casos es para atender a toda la población en Coahuila, de acuerdo a información que entregaron los institutos vía transparencia. Mientras que en el sector público estatal son 38 psicólogos y 14 psiquiatras; sin embargo, Saltillo concentra el 90% de todos esos especialistas. Solo hay un psiquiatra fuera de Saltillo y está en Torreón.
Este déficit de infraestructura y personal deriva en que los pocos especialistas que existen se queden cortos en lo que pueden ofrecer a sus pacientes, reconoce la psiquiatra Helena Villarreal.
“No podemos ofrecer otro tipo de servicios, como puede ser a lo mejor terapia electroconvulsiva que es muy necesaria e importante”, comenta.
El psiquiatra Fernando Sánchez Nájera presentó desde hace 20 años el proyecto de una unidad psiquiátrica con funcionamiento las 24 horas. Esto lo han visto gobernantes, alcaldes, presidentes. Ninguno le dice que no, reconocen que es importante y necesario, pero de ahí no pasa.
En Torreón, la administración municipal pasada comenzó a construir el Centro Temporal de Atención a la Salud Mental y los Adultos Mayores, donde se pretendía dar atención psiquiátrica y psicológica a bajo costo y atender a personas en crisis aguda para controlar la enfermedad. Todo quedó inconcluso.
“No han entendido las autoridades la importancia de la salud mental. O sea, de palabras sí la reconocen, pero a la hora de aterrizar los proyectos de formación de más profesionistas, de construcción de instituciones, de tipo unidad hospitalarias psiquiátrica, nos paramos pero con freno de mano”, critica Sánchez Nájera, quien también es representante de la Asociación de Psiquiatras de Coahuila, que depende de la Asociación Psiquiátrica Mexicana.
Sin un hospital público o sin condiciones en los hospitales generales para llevar a sus enfermos, familias como la de Leno, sin seguridad social, tienen que buscar la forma de encontrar espacio en centros privados como Vida, ubicado en la colonia Aviación de Torreón. Ahí el costo por semana es de mil pesos más el medicamento y se tiene que apartar el lugar porque están llenos, aseguraron vía telefónica a Semanario.
Y de mil en mil, el dinero se le fue acabando a la madre de Leno, hasta que ya no tuvo para costear ni medicamentos ni hospitalizaciones. Cansada y derrotada, fue poco a poco rindiéndose, cuenta Raquel. “No me vayan a juzgar”, recuerda que le dijo su madre.
El Centro Vida, una de las dos alternativas que hay para internar a un enfermo mental en La Laguna, está saturado e incluso tiene lista de espera, asegura Fernando Villa, el psiquiatra que atiende a los pacientes de este centro.
“Es dramática la situación. Son frecuentemente personas con muy pocos recursos y tan solo el traslado se les dificulta mucho. No hay en la región lagunera ningún hospital que tenga un apoyo del gobierno. Es urgente y necesario un hospital especializado en la región”, recalca el psiquiatra Villa.
Desde el 2016 hasta el 2021, los dos centros del estado (Cesame y el Psiquiátrico de Parras) han hospitalizado a 2 mil 958 pacientes, cuatro de cada 10 llegaron por los llamados trastornos del humor, que es cuando hay una alteración del humor o la afectividad como episodios graves de depresión, bipolaridad o episodios maníacos, de acuerdo con una solicitud de información.
Leno ha vivido una serie de altas y bajas en su enfermedad. Una de las peores fue cuando entró a la casa donde tenía la tienda su mamá, la agarró a puñetazos, tomó las papitas y refrescos y aventó el producto a la calle.
“Es una situación triste, desgastante y muy cansado lidiar con un enfermo mental. Como ahora yo la vivo”, dice Raquel.
Hace una década que su madre murió y ella tuvo que suplirla en el cuidado de Leno. En ese entonces era una de las peores etapas. Su vida se resumía en la historia de un vagabundo que deambulaba por las calles. Raquel recuerda la primera vez que tuvo que internar a su hermano sin ayuda de su mamá:
“Con mentiras lo llevamos a la clínica Vida. Se dio cuenta que lo iban a internar y no quería, quería estar igual. Las dos primeras semanas me ayudaron. Es muy caro. Cada semana es el pago, entonces costaba mil 200 por semana más 2 mil de medicamento”.
Con apoyo de una fundación y de la dirección del Centro Vida logró que le hicieran un descuento, pero ella tenía que conseguir los medicamentos. Y a pesar de que los enfermos mentales salen a los 15 días que hay resultados, Leno pudo quedarse seis meses.
Conseguir las medicinas de un enfermo no es tarea fácil en México. Leno toma alrededor de siete medicamentos para controlar la esquizofrenia: una inyección al mes de haldol, un fármaco antipsicótico, y el más importante según Raquel, clonazepam, quetiapina y haloperidol, medicamentos antipsicóticos, biperideno y carbamazepina, un fármaco anticonvulsivo y estabilizador.
Pero la última vez que Raquel fue al Cesame, que depende del Estado, temió no encontrar medicinas.
“El año pasado (2021) no había aquí. Me fui con el alma derrotada, qué hago Dios mío. Pedí prestado. Se le compró una inyección que nos recomendó el doctor por fuera, pero costó 4 mil 300 pesos cuatro inyecciones. Todavía debo ese dinero. Por eso la última vez iba con el Jesús en la boca”, relata Raquel.
Desde hace dos años se ha acentuado el desabasto de medicamentos psiquiátricos, asegura la psiquiatra Helena Villareal del ISSSTE. “En 14 años de psiquiatra nunca había visto que no hubiera un medicamento en una farmacia”.
Ejemplifica que el año pasado hubo meses de escasez de litio, el cual se utiliza para tratar el trastorno bipolar.
Y si se revisan los datos se encuentra la causa: el recurso destinado para la compra de medicamentos especializados en psiquiatría se ha desplomado en todo el país, según información que entregó el IMSS y el ISSSTE a través de solicitudes de información.
En 2018, el ISSSTE destinó 211.4 millones de pesos para la compra de medicamentos psicotrópicos a nivel nacional. Tres años después, en 2021, este recurso apenas llega a los 36.9 millones de pesos, según la respuesta a las solicitud folio 330017121001933. El presupuesto baja, pero la población con alguna enfermedad mental ahí sigue, viviendo con el temor de no encontrar los medicamentos que los ayuden a sobrellevar sus padecimientos.
El IMSS no se queda atrás. En 2018, se firmaron contratos por 9 mil 662.7 millones de pesos, pero por dos años hubo recortes y el recurso cayó hasta los 622.2 millones de pesos, de acuerdo con la respuesta a la solicitud folio 330018021009675.
El Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), por su parte, gastó, a nivel nacional, 78.9 millones de pesos en 2021, apenas 4.3 millones de pesos fueron para medicamento psiquiátrico en Coahuila, pero no se tiene información de años anteriores.
En Coahuila, el gobierno gastó 854 mil 689 pesos en medicamentos controlados y psiquiátricos en 2021, la cifra más baja en cuatro años, según respuesta a la solicitud 050095800003921.
Por eso la preocupación de Raquel para conseguir los medicamentos. Sin ellos, su hermano se vuelve agresivo.
“No sé cómo tratar a mi hermano en caso de que se ponga agresivo, qué hago, qué le digo”, era una de las preocupaciones de Raquel cuando tomó la responsabilidad de cuidar de Leno. Y por eso todavía se presiona solo de pensar en no encontrar medicinas.
La escasez de medicamentos psiquiátricos afecta directamente al paciente y sus familiares. “Es un efecto dominó: tienes pacientes que estaban bien controlados, pues se descontrolaron y el trastorno bipolar es una de las principales causas en cuanto a psicopatología de suicidio, entonces eso impacta directamente en la probabilidad de que un paciente con este padecimiento tenga un intento suicida”, explica la psiquiatra Helena Villarreal sobre los riesgos ante la falta de medicina.
Y esa es una realidad que está llegando al estado, los intentos suicidas, dicen los especialistas entrevistados, van en aumento.
En 2021, el Instituto de Servicios de Salud Rehabilitación Educación Especial e Integral del Estado reportó 267 llamadas a la línea de la vida relacionadas con suicidio, 64% más que incluso en 2020, según los datos proporcionados a través de la solicitud de información con folio 050095800001022.
En total, en los últimos cuatro años se tiene el reporte de 1,081 llamadas relacionadas con suicidio, es decir una llamada cada 32 horas.
Para Raquel Martínez, vivir con su hermano esquizofrénico es vivir con una persona que pone la radio a todo volumen. Que entra y sale de la casa sin orden y que come como si no hubiera comido nunca. No limpia su cuarto y su único baño es meter la cabeza en el grifo del lavabo, secarse con una toalla y aventarla.
“Es muy desgastante. Es muy triste vivir con un enfermo y más porque no tengo los medios para llevarlo con un doctor, ir a la farmacia. El transporte se complica. Tenemos cita con el doctor y se va; me angustio y no sé qué hacer, si ir a la cita yo sola o buscarlo”, narra Raquel.
Pero la esquizofrenia es solo uno de muchos trastornos mentales que padece la población coahuilense.
Para los psiquiatras Helena Villarreal, Jesús David Salazar, Fernando Sánchez y Fernando Villa, existe una sociedad mentalmente enferma: la economía, disfunción en el seno familiar, pérdida de trabajo, consumo de drogas como la metanfetamina de cristal, el confinamiento, el Covid-19, duelos mal manejados, son algunos de los factores que han detonado la demanda de consulta.
Las más frecuentes son por trastornos del humor como depresión o bipolaridad o trastornos neuróticos como ansiedad, pánico o estrés: el 57% de las consultas en 2021 en el IMSS fueron por estos trastornos y en el ISSSTE siete de cada 10 llegaron por esta causa.
En la línea de la vida se reportó prácticamente una llamada al día por un asunto de “ansiedad” en 2021 y en los últimos cinco años se tiene el registro de más de mil 100 llamadas por estos temas.
“Los trastornos de ansiedad son como el acné de los dermatólogos”, compara la psiquiatra Helena Villarreal del ISSSTE. Sin embargo, agrega que ahora se presentan casos donde se combinan duelos complicados no solo por la pérdida de un familiar, sino también por la pérdida de trabajo. En estos casos intervienen porque ya se habla de trastorno adaptativo con síntomas de ansiedad o depresión.
En su consulta en el Cesame, el psiquiatra Fernando Sánchez asegura que ha aumentado hasta un 15 por ciento las consultas por ansiedad de depresión y de duelo.
Pero el sistema de salud no está preparado para atender esta demanda en asuntos de salud mental, asegura Fernando Villa. “Si no está preparado para atender las enfermedades en general. Las instituciones como el Seguro Social, el ISSSTE, Salubridad, fueron descuidados durante muchos sexenios”, comenta.
“Definitivamente no nos damos abasto y esto es desde antes de la pandemia. Tenemos una carga de trabajo muy importante; ahorita nuestra agenda ya está como a mes y medio y hasta tres meses de derivación”, asegura el coordinador del Cisame, Fernando Sánchez.
La psiquiatra del ISSSTE, Helena Villarreal, atiende institucionalmente a ocho pacientes, pero considera que no es suficiente. El problema es que si se aumenta la consulta, dice, la calidad se ve comprometida.
“Por demanda estaría justificado”, reconoce la directora del ISSSTE en Torreón, Margarita Martínez, sobre la necesidad de más plazas. Sin embargo, explica que la infraestructura está rebasada pues se trabaja en un hospital donde se dobla la población. “No gano nada si tengo dos psicólogos y un consultorio. Sería lo mismo”, argumenta.
En 2021, el IMSS reportó 20 mil 178 consultas relacionadas con salud mental en Coahuila, mientras que el ISSSTE, 15 mil 145: un promedio diario de 55 y 41 respectivamente. Pero la saturación en los consultorios se arrastra desde antes de la pandemia: en 2018 sumaron 43 mil 712 consultas y para 2019 aumentó a 48 mil 988 consultas entre el IMSS y el ISSSTE.
De no atenderse estos problemas, los especialistas consideran que hay muchos riesgos sociales y de salud. Helena Villarreal expone que habrá repercusiones económicas por temas de ausencias laborales. En 2021, el IMSS entregó mil 46 incapacidades donde el diagnóstico médico inicial incluía palabras como depresión, depresivo, bipolaridad, demencia, ansiedad o esquizofrenia.
Leno tiene varias fijaciones, como las llama su hermana: tiene una cama pero prefiere dormir en un sillón; se sienta en la misma silla que está a lado del refrigerador y ahí está por horas; acostumbra prender un foco para verse en el espejo, como si modelara. Normalmente solo come frijoles y huevo. Tiende a asomarse por las ventanas. Viste siempre de camisa gris, no usa de ningún otro color. Sube la radio al máximo volumen. Se imagina que un viejo pelón lo quiere golpear. Llama a su hermana alacrana, porque al papá le decían alacrán. Le da por pedir dinero y le gusta ir a San Antonio de los Bravos, el rancho, como lo llama.
Allí, en este sector con aires de ejido absorbido por la mancha urbana, vive una parte de la familia de Raquel y Leno. Ellos fueron criados por su abuela en esta zona. Y Leno gusta de visitar a una tía.
Pero a veces la familia en San Antonio de los Bravos habla con Raquel para que se lo lleven.
“Le tienen miedo a un enfermo mental. Lo ven como un bicho raro”, reconoce la cuidadora.
Raquel quisiera volver a internar a Leno pero no tiene trabajo y no tiene dinero. Y si tuviera no habría lugar, pues no existe interés en construir otro centro especializado. El psiquiatra Fernando Sánchez, que atiende en Biomedic’s en Torreón, dice que está muy regateado el recurso que se destina a psicología y psiquiatría y que los recortes al presupuesto es uno de los factores por los que no se promueve un nuevo psiquiátrico.
“Crear un hospital de urgencias psiquiátrica con 24 camas y darle sustentabilidad, es una erogación a la que le han sacado la vuelta en los últimos 20 años. Prefieren seguir así, pichicateando”, critica.
Pero el caso Coahuila es apenas una pieza del rompecabezas nacional y la falta de presupuesto para atender a los enfermos mentales del país. El Sol de México documentó que entre 2020 y 2021, el gobierno federal redujo 81.6% los recursos a los estados para atender la salud mental.
El olvido de los gobiernos por los enfermos mentales también alcanza a algunas familias. El subdirector del Cesame, Jesús David Salazar asegura que es común que familias abandonen enfermos en los hospitales. En estos casos se notifica al ministerio público y a Derechos Humanos. Aunque según el subdirector, el ministerio público suele excusarse que no hay delito que perseguir.
Apenas en octubre de 2020 se reformó el artículo 212 del Código Penal de Coahuila donde se tipificó como delito el abandono en institución de una persona incapaz de valerse por sí misma. El delito se castiga con una pena de tres a seis meses de prisión. No hay ningún expediente abierto por este delito, según respondió la Fiscalía estatal a una solicitud de información.
En el psiquiátrico de Parras, la directora del ISSSTE en Torreón, Margarita Martínez, cuenta que tienen dos pacientes que fueron abandonados por su familia. Tan solo por esos dos casos, el ISSSTE gasta al menos 720 mil pesos al año por la subrogación de la hospitalización.
Pero el abandono no está en la mente de Raquel. “Mi mamá dio mucho por nosotras. Siento que mi conciencia no me va a dejar tranquila. Es un compromiso moral”, afirma.
Después de que Leno se fue por frijoles, un viernes de enero, regresó al tercer día. A Raquel le habían dicho que su hermano estaba por el Bosque Urbano de Torreón. Raquel dejó abierta la puerta de su casa, como lo ha hecho en los últimos 10 años. Cuando su hermano esquizofrénico volvió, llegó con los zapatos llenos de tierra, asoleado y con los pelos de punta, como de estropajo.
Entró a la casa y prendió el foco para mirarse en el espejo. Después se asomó en el cuarto de su hermana Raquel.
-¿Dónde anduviste? -preguntó Raquel.
-En el rancho.
-¿Con quién te quedaste?
-Con Pepe Mota.
Magdaleno, Leno, durmió por tres noches en una silla afuera de la casa de un vecino de su abuela materna.
El día que regresó, Leno prendió su viejo estéreo y subió la radio a todo volumen.
Leave a Reply